2 ene 2011

El primo Valentín



Sucede que hay pocas cosas más peligrosas que encontrar en la Merced a una bonita mujer infectada. Si de primera vista darse cuenta es menor la posibilidad, de noche en el cuarto todo es carne, silencio y deseo como también imposible, el contagio no tiene retroceso y la sangre ya fluyó.

Estas mujeres infectadas por equis o ye razón trabajan encumbradas en su culpa a favor de la casualidad y del destino, si tienen la autoestima de aún salir adelante. Caminan las aceras, cruzan semáforos y avenidas, coqueteando al capricho con todo conductor que las mire.

No pocos amigos míos que han conocido la ampicilina en forma precisa y controlada, han tropezado por su camino con estas mujeres bonitas que portan la desgracia desapercibida, y mueven el mundo con una miradita. El peligro está latente con condón o sin condón. Por desgracia, algunos virus pasan inadvertidos pero están siempre esperando el arribo de hacerse presentes.

Las putas se clavan en su sitio, por fin, sobre la avenida Corregidora o callecitas estrechas de la Merced, se pliegan la falda, la faldita, cuando algún peatón se acerca; pasa así el tiempo como el niño y adulto, hasta que de pronto el peligro pluraliza su nombre. La puta ha conseguido cliente y va al hotel para servirle. Otra mujer llega con caminar tranquilo y cadencioso como volando sobre sus tacones, y se planta en el mismo sitio, adrede.

La causa principal de que estas mujeres se infecten ha sido el sexo oral que deja correr el monstruo silencioso a la deriva de hombres y mujeres. Aunque existen otras causas particulares entre las que se puede incluir las de mi primo Valentín; el año pasado en fiestas de diciembre que estuvo en cama, pudriéndose. Cerró su cuarto bajo llave y se postró a la muerte. Al no tener repuesta al llamado de la puerta en dos días, mi tío Samuel con su cuerpo tamaño torote la derribó para encontrarse con un esqueleto de apenas carne y piel cubriéndole los huesos a mi primito querido, que ya no era un príncipe sino sólo un hombre desterrado de sí mismo. En seis horas le pasó lo mismo a su novia Clarín y a la cocinera Raquel, el salpullido y enrojecimiento con pus era una constante por teléfono.

En la casa no hubo nadie. Toda mi familia se trepó a los carros y esperaban en la clínica. El pavo se quedó en el plato, mirándome anonadado. Una vela roja se derretía todavía enfrente de mis narices, como si me hiciera una advertencia antes de decidirme a acudir a esa casa de citas que concurría a darme vueltas en la cabeza, más en las noches.

Mi familia entraba, todos regresaban silenciosos como aplastados, derretidos. No hubo duda mi primo estuvo a punto de morir por una mujer que le contagió una enfermedad venérea. Pero ¿Por qué? ¿Por qué esas mujeres hasta sonríen y trabajan como si nada les pasara? Iré a verlas a la Merced para que me lo cuenten como mejor se den a entender… y a una chica en especial que ya he visto bien, le diré: Putita de la Merced/ putita a mi merced/ tus labios colorados/ de verlos me dio sed/ putita de la Merced/ de verlos me dio sed/ de minifalda tus piernas/ putita de la Merced/ lisas para mis manos/ puestas a mi merced/ puestas a mi merced/ puestas a mi merced/ putita de la Merced/ tu espalda enamorada/ putita a mi merced/ donde cultivar mis besos/ dónde cultivar mis besos/ con sólo una mirada/ putita de la Merced/ sales al paso del interés/ putita de la Merced/ haciendo volar tus pies/ haciendo volar tus pies/ putita a mi merced/ te pago con este diez/ y hace volar, como es/ el amor en la Merced.

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