31 dic 2010

Calpulalpan, Tlaxcala



Ahora sí mi estimado, Chino, voy a contarte lo que hice allá en nuestras lejanas tierras de Calpulalpan, Tlaxcala. Como he prometido contarte todo, voy a resumir en dos pares de cosas: unas buenas y otras malas. Así pues, las buenas son que sí me fui a Calpulalpan el viernes por la noche, y regresé sano y salvo el lunes por la tarde, pegándole el ojo a la noche; además de, enamoriscado de una chica gemelita y de cara bonita, que antes de partir de Tlaxcala había conocido, te estoy hablando de casi cinco o seis años atrás, los mismos en que he estado en México. Bueno, a merito de la brevedad que trataré en lo posible, voy a hacerte de conocimiento el otro par de noticias, pero éstas no tan buenas, son que: primera, no encontré a ni uno de nuestros contactos de la prepa. Los amigos han sido tragados por la tierra, bueno al menos este fin de semana se me han desaparecido; y la otra mala es que perdí un reloj de unos miles de pesos que me había hecho presente y con moñito, mi hermana en mi graduación. Total, iré a referirte en cómo llegué a Calpulalpan, y en cómo la encontré, porque tú allá en tierras americanas ni te has de acordar del olor de su tierra convertida en lodo después de una lluvia caprichosa de enero. Bueno, pues el viernes en la tarde salí rumbo para Tlaxcala, no sin antes ducharme y rasurar mis barbas del día. Iba irritado de la cara, pero arrastrando tras de mi espalda; una mochila rechoncha llena de pertenencias, y mi incondicional cámara de video. Compré paquetes de galletas en el supermercado. Abordé el Metro. Adquirí en taquilla de la Tapo mi boleto y, me dispuse al recorrido de casi dos horas y media en el asiento número cuatro del autobús. Procuré colocar bien mi equipaje y minimizar el aire acondicionado para evitar la carraspera que se me avecinaba. Puse atención en la película ficción, mientras el vaivén del autobús hacía mover mi cabeza a trompicones y mareos. Total, creía en los viajes relámpagos, pero aquel recorrido superaba en tiempo y forma mi concepto, pues llegué a Calpulalpan en poco tiempo, bueno al menos a mí se me pasó leve y ligero el rodar de las ruedas sobre el asfalto. Has de recordar mi estimado, Chino, que en Calpulalpan existe una enorme asta bandera, pues sí, sigue existiendo a lado de la gasolinera. En tanto que, antes de bajarme del autobús, envié algunos mensajes para acordar mi arribo con un amigo y compadre que, para este asunto le autonombraré, como yo bien y él lo sabe, nos hemos conocido, así pues le digo: El Bambino. Ocurrió que, después de una larga espera, has de recordar la estatua que mal llamaran y llaman aún; La estatua del Chavo del Ocho, pues sí, allí llegó mi amigo, El Bambino. Nos fuimos a su casa, porque cabe decir que la boda fue en Tlaxcala, Tlaxcala. Así pues, no había nadie en su casa, todos estaban lejos, organizando todo preparativo para festejar a la hermana de mi cuate, El Bambino, que bien se llama Liliana. Total, llegó mi compa, venía con su primo Elivorio, mejor conocido como Boyo, que para mi palabra y mi fe, te he de dar a conocer es un chico trabajador, pero valemadres en ocasiones, no tiene suerte para enamorar chicas, pero en los bailes has de ver como las mueve. Total, venían jalando una bicicleta de carreras, digo venían jalando, porque una rueda, precisamente la trasera no le funcionaba. Total, entre saludos, gritos, empujones y buena lid, llegamos a la calle cerrada que has de recordar está bajando del CBTis, nuestro CBTis; ya tan cambiado, tanto de generaciones como de instalaciones y tantos aditamentos. Total, abrimos zaguán, botamos regalos, y encendimos tele. Llegaron otros dos primos de mi cuate, El Bambino, así pues, fuimos cinco los que observamos cantar y concursar a las quinceañeras en un canal especial de la tele. Reímos, criticamos y nos repartimos los nombres de las chicas que concursaban en una fiesta de quince años, yo me quedé con la conductora que hacía más de hermosura en el televisor. Se calentaron los ánimos que ya nos estábamos discutiendo el culo proyectado en la caja idiota; todo en juego, aclaro, que hasta sacamos la cámara de video para filmar nuestros mejores zapes. Tú has de saber mi estimado, Chino que, los chicos de acá son buena lid y no se encabronan hasta romper madres y desconocer a los amigos, así pues ya nos estábamos dando dos contra dos y el otro filmando todo nuestro desbarajuste: que ya nos aventábamos cojines y le dábamos a los cuadros, que ya nos amagábamos cerca de la cantina, casi derribando a tantos santos y virgencitas había en un aparador y otro allá cerca del refri. Total, botamos jarra con agua; rompimos CD´S; estropeamos regalos; desenfundamos cojines y sillones; nos revolcamos en el suelo contando: un, dos, tres. Has de saber que todavía traigo adolorido el cuello. Total, después de dos o tres intentos lograron amagarme, hasta mi calzoncito puteril, quedó roto al hacerme calzón chino, has de saber a qué me refiero; si tú lo practicaban tanto en el CBTis, ¿no es así? Total, nos la pasamos a toda eme. Llegó el momento de recoger tanto galletas, destrozos y charcos de agua que se hicieron en el centro del lío. Finalmente, observamos nuestro desmadre en la cámara de video. Uno reía y el otro adolorido se quejaba, otro sudaba y el otro más sostenía la de video. Así nos cayó la noche, todos apestosos y viendo la hora en el celular, acordamos la partida exacta a Tlaxcala. Nos levantaríamos a colocar la corona de flores blancas y centro amarillo en el zaguán de la casa. Nos bañaríamos y arreglaríamos los regalos que salieron aplastados en nuestra batalla campal. Total, después de estrechar manos, salieron los primos de mi compa. Me lavé los dientes y jalé mis cosas para dormir. Mi compa, El Bambino, me invitó a quedarme con él en una cama algo apestosita a orines, pero ofrecida con mucha hospitalidad y cariño. Recuerdo, platicamos algunas cosas de Calpulalpan y sus mujeres, observamos videos y fotos en celulares, hasta que el sueño nos atrapó… El ruido de un huitlacoche picoteando la ventana…. Al otro día, sábado, te soy preciso, nos levantamos; mi cuate apuro el paso con su primo que ya estaba en la puerta: colocaron la corona, dieron de comer a los animales, y le atizaron a un bote lleno de agua para bañarnos en el siguiente orden. Primero yo, que como princesita apenas había endulzado algunas tazas con té, y preparado mi atuendo; camisita a rayas moradas y pantaloncito negro y de vestir, zapatos que allí mismo engrasaba. Total, el segundo era el primo Elivorio, que con flojera postergaba su manita de gato; yo no, pues en poco tiempo ya estaba calzándome zapatitos bien lustrados, y engominándome el pelo. Mi cuate, El Bambino, fue el último en terminar de arreglarse, y por consecuencia el último en engullir galletitas y taza con té. Él iba con un chaleco negro y una camisa a rayas moradas, parecida a la mía. Hacía frío, pero tratamos de organizar todo: que la batería de la videocámara, que los anillos y monedas, que los regalos, que las llaves, que el dinero; total, hasta la comida de pollos, perros y tantos animales tiene mi amigo y compadre, nos la arreglamos para dejar bien concluida. Para no hacértela más larga mi estimado, Chino, estoy por concluir mi anécdota que te había prometido (ya te veo cansado, y pensando en que te albureo, pero no, SIENTATE). Salimos de la casa, no sin antes atorar la puerta con su debida tranca y salir por un camino ajeno. Ahora bien, los cinco, incluyéndome, compramos boletos, y fuimos los primeros en alojar el autobús y el asiento que quisiéramos. Todos íbamos cerca. El Boyo escuchando sus cumbias. Los hermanos clavados en la película de espadachines que el chofer había puesto; yo preferí alternar la mirada ante las bellezas exuberantes que se proyectaban en el televisor, y las mujeres calpulalpenses que caminaban sobre las aceras y el andador. Has de recordar mi estimado, Chino, en cómo dejaste Calpulalpan, bueno, pues ya dio todo un cambio; ya tiene quiosco, la Presidencia se ha pintado de amarillo, han colocado parquímetros, han adoquinado la avenida principal, han cambiado la estación de bomberos, policías y hoteles. Bueno, Calpulalpan es otro que, de seguro te recordara mucho cuando regreses. Total, pues salimos de Calpulalpan con rumbo a Tlaxcala, nos fuimos en autopista y llegamos en breve. La Capital, también es otra, nos bajamos del autobús para abordar luego una combi. Recuerdo una mujercita con cara de ejecutiva, me echaba el ojo, y yo conocedor del flirteo capitalino, lo sabía y allí salían a la luz mis técnicas de ligue y reojo. Total, pagamos y el chofer nos dejó en la Iglesia de San Juan. Bonito el lugar de San Juan, hasta tú lo has de conocer; sino pues, allí hacen una feria, dicen muy bonita; aunque cuando llegamos los juegos mecánicos estaban apagados. Total, repechamos poco a poco la lomita, íbamos estrechando la distancia con peldaños grandes y pequeños, pero ambos sofocantes. Hacía un calor de fuego, pero de fuego como de peregrino apostando sus plegarias a la montaña que coronada con su iglesia daba la absolución de todo pecado. Para no hacértela más larga, y ya te veo riendo de albur… Te cuento que allí estaba la novia, estaba en la justa entrada de la iglesia; Manuelito el sobrino de seis años, sobrino de mi compa, le agarraba la cola del vestido de novia. Llegamos algo sofocados. Alguien por allí encendió la cámara de video, pero yo llegué saludando a mis padrinos, a la novia que agradecida me apretó de la mano, y me dijo algunas palabras gratificantes. El Padre estaba dispuesto al arribo de los papás y padrinos de los novios, con su traje de Padre y su atuendo que lo cercioraba para oficializar la unión de los prometidos; esperaba y esperaba, hasta que estuvieron presentes todos. Hubo una formación de personas que se sentarían cerca del altar con los novios. Entró el mariachi. Se abrieron los micrófonos y se dio pie a la misa con la voz, la biblia y la reflexión del Padre. Yo estaba a la mitad casi del butaquerío y la gente. Y precisamente, a la mitad de la misa me hice del poder de la filmación del evento. Cuando el Padre ya estaba oficializando la unión que, me paso atrás de él para dejar permanecía del acto. Hacía paneos completos, nunca zoom, pero sí paneos que incluían al Padre, a los novios, a los invitados, al mariachi, altares y tantos santos y adoratorios. Me sentí único e indispensable ante la mirada de una cuantía de niños, señoras y señores; además, de algunas primas de mi cuate que ya me estaban echando el ojo. Vieras que diferente son las mujeres de provincia a las chicuelas de la ciudad, y demás suburbios. Pero a lo que me truje (por qué ríes, ah ya), diremos que los papás de los novios dieron su visto bueno y el Padre su bendición. Se hizo la fila para tomar la ostia y perdonar tantos pecados, no sé si tuvieron confesión, pero la misa concluyó al jolgorio de mariachis y tantos confetis y arroces les tirábamos a los novios, que pobres tenían que cerrar los ojos y la boca y seguir bajando escalones. Se siguió filmando, yo corrí a apachurrar a la novia, deseándole abundancia y felicidad, y luego corrí con la banda a una camioneta que nos llevaría al lugar del festejo y el debraye. Mira que yo no soy achacoso, pero apenas y cupe en la cajuela de aquella americana negra: que ya se me clavaba una rodilla, que ya el frenado en mi riñoncito daba molestia con una moldura metálica. ¡Por aquí un palo de escoba, por allá un griterío de chamacos y clemencias de muchachas! Total, el arribo no estuvo muy lejos, era el lugar un ranchito con adobes revenidos y una lona amarilla que bien se veía a lo lejos. El pasto estaba quemado y listo para la fertilidad de algún cultivo que a bien se sospechaba iba a ser de nuevo: cebada. Alguien en la entrada había comenzado con el ritual del lugar; se había encendido una gran copa que quemaba ocote, o copal, qué sé yo; algo humeante muy lejano al incienso que ponía mi madre, y ahora pone mi hermana. Entre zanja y zanja fueron llegando los invitados en tantos vehículos del año y deportivos, como destartalados y en desuso existen. La novia estaba allí con su vestido blanco, me acerqué a ella para que me encargara a su chamaco como de dos o tres años. Total, qué iba a hacer yo, compadre, sólo abrir los brazos y recibirlo, tratando de convencerlo para que no llorara. Mira, mi estimado, Chino, tú has de saber, y lo digo por tu niño de cuatro años, lo que es un niño a punto de estallar en llanto con su trajecito de catrín que le da un aire entre cómico y tierno, finalmente un auxilio desesperado. Total, hice dos que tres contorciones con el chamaco en brazos, me fui a sentar junto a una mesa desocupada; siempre tratando de que el niño viera a su madre y no llorara. La dos en una; madre y novia, paseaba con su esposo y sus padres, trayendo consigo una corona de flores blancas en la cabeza y, la copa de copal abriéndoles el paso en cada cuarto del ranchito con olor a orines en el aire, y las higuerillas asomándose en los adobes por donde se les viera, todos verdes. El caso fue que terminó el ritual del paseo de aquella cruz hecha de flores blancas y toda esa gente siguiéndoles. Entregué al niño a alguien que bien le enseñó unas galletas y del suplicio infantil me deshice. En mi ayuda llegaron: mi amigo y acompañantes, grabando, grabando y grabando. Con ellos llegó una señora ofreciéndome el primer trago de la fiesta, y el tequila no se hizo esperar en mi vaso, ni en mi estómago. Pero no podía tomar más, porque el fuego intestinal se me hizo presente. Y allí venían los platos, los saleros, y las tortillas recién calientes; luego, el arroz; los mixiotes; los tlacoyos con salsa verde, queso y cilantro. A veces el alcohol te pide una cama de reposo interior. La comilona estuvo buena, y algunas chicas que tenía enfrente, observándome. Yo, como que me acomodé de perfil y allí estaban las gemelas; Mónica y Monce, bonitas como sólo ellas, primas de mi compadre, El Bambino. Comí sin tratar de forzar miradas, algunas que otras se me escaparon. Total, yo cuidaba el comer sin ensuciarme la camisa, pero los puños de la misma; alguno que otro rastro de mixiote se embadurnaron. ¡Nada de qué preocuparse! Busqué el refresco y terminé por llenarme. Mis cuates abrieron y cerraron la orden con dos o tres más platadas de tlacoyos recién sacados del aceite y engalanados con su quesito y cilantro. Un primor de comilona se hacía en todo el ranchito. La música del mariachi (loco), aloco y amenizó a su forma el ambiente, luego se fue y dejaron tomar parte al sonido. El sonidero es lo de ahora por esos rumbos, mi estimado, Chino. Bueno, pues la boda era un éxito, no faltó el papá del novio que fuese poeta y declamara versos de Amado Nervo. No faltaron las risas, las ganas de comer, de mancharse los dedos, la ropa y perder los modales. Has de saber que así se disfrutan mejor las fiestas de pueblo. Pero bueno, a lo que voy es a dejar la mesa y a decirte que me senté con toda la plebada de mis amigos y acompañantes. Las primas de mi cuate, El Bambino, estaban que se quedaban torcidas de verme. Pero bueno, salimos un poco al patio, lejos de música, y tanto sonido y platicas de comensales. El dialogo entre primos se tuvo que dar, mi cuate hasta se aplicaba, seguro con una prima suya, pero la gemelita Monce, no tenía madre, es muy bonita. Total, entre juegos y acercamientos que, mi compa me presenta a sus tres primas que eran hermanas ellas; todas bigotudas, no me gustaron, aunque había una que hasta se clavaba en sus tacones y me ponía sus ojos en blanco. No me importaban tantos resbalones, lo que yo quería era el menos el número celular de la gemelita Monce. Se dio el caso que mandé a un primo de mi cuate a pedirle el número a Monce, no pude sacar mi celular y pedírselo, me faltó más producto de hombre. Pero bueno, Monce se acercó y yo que saco luego, luego el celular para anotar también su número. Después de algunas carcajadas y bromas, se fueron las gemelas. Estudian en un internado y tenían que irse. Total, un beso y adiós. Ya tenía su número. Algunas mujeres me sonreían, pero ya todo era para mí, broma y reto. Una chava por medio de mis cuates me llamó, le tiré la onda y le hice anotar mi número de celular, diciéndole que si regresaba pudiera que bailara con ella. Total, se fue la susodicha Pati, y no me importó si fuera a regresar. Entramos de nuevo a la fiesta, las primas bigotonas estaban con mi cuate, El Bambino. Yo acudí a la mesa de otra prima de mi cuate, se llama Rosario; que ya me estaba presentando a una amiga suya, originaria de Oaxaca, alta y pechugona la mujer, unas piernotas que imponían y unos tacones que iban más allá de mi loca imaginación. Total, nos presentamos, compartimos algunas experiencias de nuestras profesiones, y que le doy el número de mi celular a la tal mujerzota que era la Vianey, una potranca recia y frondosa. Ella hizo timbrar mi cel, pero yo como que no lo traía, ni se escuchaba ante el ruido de tantas bocinas bailoteaban el lugar. Bueno, mi estimado, Chino, pues que estuvo allí el ligue, las encaminé a su trasporte y regresé a bailar, a tomar y a filmar. Luego, me sumé a cargar al novio, a la víbora de la mar, al ritual de la corbata y el liguero. Saqué a una bigotuda a bailar, luego, a una señora que me tiró alguna vez la onda; después, conversé y filme borrachos, reventé huevos con confeti, serví tragos, agarré piernas de bigotona, presumí mi trayectoria en México, saqué a bailar a una señora casada y celada por su marido; una cinturita que atesoraba un holgado traje sastre. En seguida, terminé por despedir a las primas bigotonas y estrechar manos de sus papás que bien sé, les tuve que ver caído. Señor panzón, aires cómico Galván, y señora ojitos María “Feliz”; pensaban que les iba a sacar de blanco a una hija. Soñaban ebrios. Total, eran apenas como las diez de la noche, y yo ni pastel de chocolate quise comer, mejor me acerqué a una chica que antes niña hube de haber conocido; ahora una mujer que de alta me pasa unos centímetros. No me gustaba, pero reverendo cuerpo tiene esa chica llamada Lorena. ¡Lorena, que caderas, Lorena! Pero todo fluyo como amigos. Nos fuimos a acostar, pero en unos minutos nos salimos, ella y yo, porque todavía la música y los pies aguantaban otros requiebros. Y que bailo y que baila la chica, vieras que cintura la suya, preciosura de hembra en mis manos. Total, el tiempo que luego tuvimos, fue de estar comiendo pollo a las brazas, quemando cerrillos que bien poseía en una chamarra borreguera que me había puesto anteriormente. Total, después los borrachos se pusieron locos. El hijo que dormía, salió como sonámbulo a sujetar a su padre, lo amagó hasta que se cansó y lloró el borracho, diciendo puras palabras horribles que de seguro hirieron a madre y a hijo. Total, yo seguía platicando de los romances de Lorena, la chica alta, hablamos de sus galanes, sus metas y proyecciones. En lo que se podía trataba de darle consejos, aclaro, siempre quise y fui su amigo, nada de insinuaciones. Los borrachos y las borrachas, bonitas borrachas, terminaron por encender celulares y cantar y cantar y cantar. Yo con la chica alta, comiendo pollo a lado de una fogata y quemándonos los zapatos, luego comiendo tamales. Salió del cuarto mi camarada, El Bambino. Se nos unió a la contemplación de borrachos, y le serví una copa, luego otras dos para mí. Concluimos irnos a la cama, ya eran como las tres de la madrugada, pero aún así había alcohol y fogata; no nos importó, cerramos la puerta para adormecernos de frío en una colchoneta. Bueno, pues has de saber mi estimado, Chino, que aquí es muy de México el recalentado, así pues, al otro día ya estábamos sacando agua del pozo, barriendo el patio, tendiendo mesas, manteles, sillas; y otro tanto desayunando poco, para en seguida: limpiar tomates, hacer el menudo, moliendo maíz, chiles; calentando todo, todo. Y otra fiesta, llegaron las bigotonas en la tarde; medio discutí con mi cuate, porque yo ya hecho polvo y teníamos una reta de básquet en Calpulalpan, y él bien que mal quería ligarse a una bigotona de sus primas. Total, servimos, comimos, repartimos fruta a invitados. Pronto, vimos partir al bailarín del Boyo, todo enojado y sacando chispas. Yo me quedé con mi compadre, El Bambino. Total, ya habría momento en que nos fuéramos, mientras posábamos para y con las bigotonas frente a sus celulares. Por fin sus padres se iban, cargando por la patas a un gran guajolote. Se fueron las bigotonas, pero la interesada me pidió el número de mi celular, se lo di. Minutos después, partíamos mi cuate y yo en una camioneta americana con rumbo a Calpulalpan. Entre tope y tope, yo iba agarrando la jarra con mole que amenazaba con vaciarse completa de una bolsa sobre otra que, de emergencia había improvisado. Viajaba atrás con un niño que, yo asimilaba tenía o tiene una historia parecida a la mía. Su padre seguro es un demonio que casi nos los quiere. Su esposa seguro le tiene miedo, y está con él, por sus hijos. Bueno, llegamos a Calpulalpan entre trompicones y reversas. Le di un billete al tío de mi cuate, El Bambino; se rehusaba el hombre, pero dicen que con dinero baila el perro, y así fue. Llegamos a casa, cansados. Estaba maltrecha mi espalda. Vimos el resto de una película que se proyectaba el canal cinco. Salimos a darles de comer a los animales, luego arreglamos la cama y dormimos. Al otro día contacté a la gemelita Monce, y logré con un par de mensajes robarle un beso. En la tarde bajamos al Centro a quemar un par de DVD´s, y luego a ver si encontrábamos a Lucy, pero no la encontramos. ¿Te acuerdas de Lucy, mi estimado, Chino?, ¿no? Bueno, pues no logré reencontrarme con nadie, después de todo regresé camino a México, trayéndome recuerdo, olores, sabores y por qué no, uno que otro amor, que aunque lejano no deja de mensajearme.

*Qué crees mi estimado, Chino, la gemelita ya no me mensajea. Antes, cuando quería que le marcara, me timbraba y me colgaba, pero ahora ni lo hace. Yo fui el último que le envió mensajes, pero ahora no pienso escribirle. Mejor me llegaron mensajes de una chica que supuestamente me vio en la boda y consiguió mi número. Me ha pasado su Facebook, y se me hace bonita. Ayer nos mensajeamos y creo es una chava excepcional; sé que estas relaciones de lejos me hacen daño, pero qué se le va hacer a uno como yo de corazón viejo y joven con un sentimiento vacante.

**Amor por celular

Tú has de saber mi estimado que, enamorarse por internet es una cursilería. Pero yo vi algunas fotos en su face y me gusto, aclaro no me enamoré, pero poco a poco me voy clavando al responder sus mensajes en el celular. Es una chica que dice me conoció en una boda, yo no recuerdo haberla visto, pues consiguió mi número, me mensajeó y yo corrí a buscarla en el face. Se me hace bonita, le gusta el teatro, y es culta, pero lo que más me gusta de ella son sus mensajes, es tan clara y trasparente que no le avergüenza mostrar sus sentimientos más álgidos y profundos en pos de incurrir en un tropiezo del corazón.
Creo que la noche es el momento más adecuado para abrazarnos a la almohada y sentirnos más cerca, tú has de decir que esto es un debraye, pero la verdad mi estimado, nunca me había pasado una cosa así en pocos días. ¿Será porque cada vez más los medios ocupan una parte importante en nuestra vida? Total, la chica se llama Yenifer, es de Tlaxcala, a miles de kilómetros te la has de imaginar, pero ese lugar dice mucho para nosotros, aunque sólo recuerdos de ello en la memoria nos acompañe.
No sé si esta relación sea distinta, yo siento que sí, he conocido a chicas de Uruguay, de Perú, de Argentina, hasta güeritas y paisanas americanas, pero con ella es algo diferente. Hasta he tratado de no clavarme, pero cada noche nos reencontramos, usando sólo un teléfono celular, y diciendo que: abracemos la almohada para las distancias acortar.
Bueno, eso es conmigo, espero tú estés bien, cuídate mi estimado, Chino, y me saludas a la americana, y a tu hijo. Pronto les caeré por allá. ¡YA FIRMAME MI FACE, NO SEAS MALO!

Cambio de estafeta



Hoy quiero mentarle la madre a la literatura. Hoy la desconozco como madre de mi inspiración en aquellos mis años mozos, porque ella me arruinó parte de la vida. Viví engañado por la sociedad que me dijo, eres buen escritor. Viví engañado por editores y profesores, por no decir lectores que me leyeron y descubrieron en mí una desbordada imaginación. Estoy enojado con el arte de escribir. Escribir es un oficio que cuando llegas a edad sólo te deja aplausos y nada más. Hoy no tengo patrimonio, sólo libros, textos y cuentos en periódicos y revistas sin lector. Abandoné mi carrera hacía una vida mejor por ser entre comillas, poeta y escritor, pero la garra del destino me ha abierto los ojos de un puente que ya quemó. Maldita sociedad de escritores que en ella me incluyó. Ahora no tengo nada, y lo que sé no vale más que a cuenta gota para jóvenes escritores con un destino más que incierto. Voy a virar esta vida al carajo, porque reniego ser escritor. Por qué no sólo vi desde lejos, por qué estoy más triste hoy. Me enoja pensar en el puente que pude haber tendido y del que sólo quedo recuerdo, melancolía y abandono. Voy a quemar estas naves del escritor frustrado; aplaudido por gente contenta y feliz como lector.



* Mensaje de un escritor

Quiero que me crucen las manos cuando me muera, sólo así podrán decir a los que lloran, que nunca hice nada, no trabajé, no fui en busca del brillo contante y sonante, que me aparte del mundo con un lápiz siempre pegado a la mano, un pedazo de madera que venden en cualquier papelería. Pero nadie sabrá que aquel trozo de madera seca, dibuja golondrinas de los sueños, los días de mi insomnio; de noche no dormía y de día no comía, se la pasaba esperando que lo tomará, de cuando en cuando para contarle todo lo que había visto y escuchado. Acostado debajo de una flor, encogido de hombros, esperándome tejiendo y destejiendo ideas convulsivamente en su punto y en su goma, impaciente me esperaba con su mirada de lápiz, a veces bajo mi cama, en la alfombra olvidada, en el cajón húmedo del escritorio, dentro de la libreta vieja, con sus ojos alegres, siempre fosforescentes por contármelo todo, de noche mirando toda la soledad de la casa, la muerte que asechaba a quién sabe quién, la reunión de la familia podría ser alrededor de mí.

Recuerdo que a veces se escapaba conmigo en la libreta, pero hoy no está conmigo en mi muerte deshojada, tráiganmelo, quiero verlo, antes de que me cierren mis ojos y luego el ataúd de mi acostumbrado cautiverio, quiero tenerlo, quiero verlo llorar por última vez, llorando en una sala mortuoria atarragada de lamentos, quiero ver sus lagrimas de grafito sobre mi ataúd o empapándome la solapa y so pretexto de que se quiera ir a morir conmigo, juntarle sus manecitas, conmigo.

La dentista




Tú me dirás mi estimado, que esa mujer está gorda, y en parte sí. Pero creo que el asunto lo estoy tomando en serio. Se llama Camila, es mi dentista, bueno, ahora es más que mi dentista. Verás, Camila tiene un hijo y es madre soltera. No sé cómo le tiré la onda, el chiste es que ahora puedo ir a su consultorio y robarle besos sin que nadie nos ve. Bueno, la cosa resultó como al tercer día, era una tarde en que se había ido la luz en la colonia; nadie usaba nada eléctrico, sino sólo cosas y aparatos que tuvieran pilas. Total, yo llegué al consultorio de Camila, ella estaba pensativa en suspender sus consultas que tenía anotadas para ese día en su libreta. Pero llegué y la cosa se pospuso. Hablamos, reímos, conjeturamos ideas absurdas del que tal vez la luz nunca regresaría; el chiste estuvo, cuando yo trataba de ponerle la mano en el hombro y ella me la alejaba. Total, que entre tanto manotazos, y risas, que la abrazo por la cintura y que no la suelto, verás mi estimado, que comienzo a darle besos en su orejas, mejillas y cuello. Total, y que ella decía, medio suplicaba que la soltara, pero yo ni en cuenta, le pedía un beso y tanta palabra que tuviera yo para que no se resistiera y fuéramos más allá. Mira que yo soy cachondo, pero ese día sí que fui más allá. En unos minutos estaba sin camisa y con el cinturón y los pantalones caídos. Ella no quería ni quiso. La quise recostar en su unidad amarilla, quitarle más que el brassier. Total, para terminar la cosa, tuve que apretarme el bulto, fajarme los pantalones y salir con una promesa de volver al otro día. Mira que ahora la estoy conociendo, tengo días en que no la veo, pero comienzo a creer de nuevo en el amor, y me perdonarás mi estimado, pero aunque no te guste esa mujer, comienzo a confesarte que la estoy queriendo en serio.


*Abstinencia, distancia y tiempo

Prefiero que me sienta lejos, y se desamorizque de mí. Sí, yo no podría jugarme el pellejo con una mujer, con una familia, con la misma mujer y embarazada de otro niño. Sí, te cuento mi estimado amigo que, últimamente estuve revolcándome sin llegar a la cama, aclaro, con esa mujer. Esa mujer fue mi dentista, digo fue, porque ya no pienso volverla a ver; sé que es tonto huir de esta forma, sólo dándole la espalda y si te vi ya no me acuerdo; sé que es tonto y hasta cobarde, pero qué le voy hacer, cuando ella tiene a otro hombre después de haberse divorciado de su esposo. Ahora, me llama y, yo le digo que estoy lejos, le invento nombres y eventos, al principio no me cree, pero después hago todo el esfuerzo para hacerlo más verídico, así ha pasado el tiempo, y espero que si este tiempo no borra algo de ese sentimiento tan tonto, al menos la distancia sí.



¿Tú qué me recomiendas mi estimado? Si voy a ver a esa mujer hay de dos, o la considero una amiga, o sigo arriesgándome el jugar con fuego al ser una mujer embarazada de otro hombre. He pasado algunas veces por su consultorio, y claro que puedo acceder a ella, pero indeciso estoy aunque tengo ganas de verla y estrecharla; otra es que podría considerarla mi amiga, pero yo sé que a ambos nos va a doler. No podría verla en mi natura como amiga, soy algo apasionado y loco, y sé que acabaría por arruinarlo. Ahora de nuestra amistad ya casi o nada sé. ¿Qué podría hacer? Si pasa el tiempo y no la olvido. Necesito seguir sufriendo con esto del amor para sacarla de mi corazón aún vacante entrecomillas. ¿Olvidarla, mi estimado? Eso intento, pero algo me dice que no es de hombre dar la vuelta sin ninguna explicación. Algún día iré a verla, ahora necesito más tiempo, no sé, el necesario para tender otro puente que aquilate ese sentimiento de amor en mi corazón.


No sé si irla a ver. No sé si contestarle el celular. No sé si pretenderla otra vez. Ella me dice que la vaya a ver, yo sinceramente no quiero ilusionarme otra vez. Esa relación me hace daño, yo no debo andar con alguien así. Tiene a alguien y espera a un hijo ¿Para qué quiere continuar esta farsa? ¿Para qué iré yo a verla? Para besar, palpar y algo más. No puedo continuar, no quiero a alguien así para mí. Entiendo lo que es una relación sin compromiso. Pero yo no tengo a nadie y no tengo que perder. Debería tenerme respeto. Ella sí anda con otro, y pronto será madre. No quiero continuar esta farsa. A ver si aclaro las cosas, ya sea que la vaya a ver y me contenga, ya sea que rechaces sus llamadas. Pero porque me quiero y estimo no volveré a ser el otro.


**Es mejor así. ¿Para qué vivir enamorado de alguien que sabes está luego con otro? Es un amor a medias. Un amor de farsa. Qué bien que le dije, que no quería ser el otro, me dolió decírselo, pero también ella me partió el corazón al no contarme su razón desde un principio. Yo sé por qué se va de la casa de sus padres; es para vivir con él. Ella no quiere decírmelo, dice que el abogado ya no la ha visto. Me duele que no me digan la verdad, me duele que me mientan estando todo claro. Ella se va con él. Yo le dije que no deje a sus padres. No ahora cuando está delicada y va a tener al bebe. Pero, total, dice que se va y no hay marcha atrás. ¿Qué voy a hacer yo? ¿Volver a besarla, volver a fingir un tonto sentimiento de no quererla, de sólo estar con ella por pretender sexo, pasión y deseo? La verdad, ahora es más fácil decirle que no quiero ser el otro, antes no me hubiera atrevido. Ahora es un hecho de que me di la vuelta con algo más que claro. Tiene mi apoyo, pero no lo que se pudo haber dado y ella lo desbarató al no hablarme sincero. Adiós, mujer, y espero algún día encontrarte feliz del brazo del otro, y seamos los amigos que no pudimos concretar, porque nos faltó la comunicación y el tiempo.

Algodones de alcohol




Mientras redacto estas líneas de hoy, 11 de septiembre, no seré un terrorista en Nueva York, no seré un mercenario de la palabra, ni un claudicante de la pluma y el talento, en cambio hoy seré un falso hombre de papel, y haré lo que en el fondo de mi corazón y mi mente duele, por tan sólo cumplir con la tarea, escribir.
No escribiré de mi profesor de estilos periodísticos y literarios, aunque es un poco raro cada vez que entra al salón de clases, pienso que ha de tener alguna filia a las paredes frías.

La tarea que nos encargó el profesor Joel, fue crear un cuento que relatara fobias o filias, no es raro que a mi parecer ha de querer que el retratemos algún ejemplo de vida en su fina estampa de maestro universitario.
Para escribir debo estar preparado con algodones empapados de alcohol. Cada vez que mis compañeros de la facultad mencionan, ‘’prensa escrita’’; mis ganas de salir expulsado más lejos que el cohete Chalenller se vuelven enormes, porque redactar, me tortura y no me mata. No es en vano que el taller de televisión es mi claro pretexto para evitar aquella tinta roja que marque mis errores en cada nota periodística que entregó por una calificación fingida en mi historial. Al carajo con la pirámide invertida, y al diablo con objetividad del quehacer periodístico. Qué chingados me importa si Felipillo es de los más votados en you tube, qué carajo si hay una megamarcha mundial contra la narcoviolencia, qué chingados quiero saber si los secuestrados gritan de dolor o de sentimiento patriota, vendados de pies y manos. Al carajo con los niños de la calle que duermen con la mierda del burgués en las coladeras, qué canijo me importa si Pemex o la UNAM se privatizan por gringos valemadres. Mucho menos quiero saber si Cuba es arrastrada por un huracán divino al Triángulo de las Bermudas. No me importa si México gana todas las medallas paraolímpicas en China o Sudáfrica. O si se les escapa de los laboratorios un virus que invada al mundo, o si Obama gana la Casa Blanca o es el anticristo.

Hace unos minutos mejor me importó pensar en hacer un cuento de mis traumas en mi infancia, pero me dio miedo desenterrar los fantasmas que el psicólogo Limón, sepultó hace unos años en lo profundo de mi inconsciente. Es por tanto, que terminé escondiéndome en mi cuarto bajo llave, no sin antes partir una manzana roja, de las que nunca hacen falta en el frutero roto de Mina, mi abuela fallecida hace unos meses. Últimamente, se me ha hecho costumbre comerme la mitad de la manzana antes de disfrutar mi película porno favorita y, devorar la otra mitad después de lavarme las manos.

Alguna vez escribí poemas y cuentos en los primeros semestres de mi universidad, pero los abandoné, porque sufrí desamores y desencantos. Recuerdo el poema que hice para ‘’ella’’, un trozo de mi corazón y la mitad de mis lágrimas se fueron allí impresas; ese es uno de los motivos por los que me deshila el alma coger un lápiz y escribir. Desde aquel momento no me he enamorado, sólo me he ilusionado tontamente, tengo miedo a perder el último trozo de mi corazón que sigue esperando el golpe certero que me haga olvidar hasta la forma de la Tierra.

Ya no recuerdo que profesor mencionó, hace una semana que debemos quemar aquellos escritos que nos comprometa, pero aún conservo en aquel cajón húmedo de mi escritorio el borrador del poema que le compuse y regalé en la preparatoria a Dulce, porque si aún lo conserva vería cuánto amor sentía por ‘’ella’’ y después sabría que mi pasión por escribir murió en sus versos.

Digo pues, no sé si trabajar con el cuento de la filia de mi profesor especial, el que desea escalar las paredes en cada momento, o en algún caso describir el acto pornográfico de las lesbianas gringas de las que me he enamorado cada vez que me encierro en mi cuarto a comer manzana, o de algún modo transcribir el poema de ‘’ella’’. Pero doy por sentado que ni el profesor, y ni las lesbianas, ni mi ex novia les importaría escuchar a un loco que huele algodones de alcohol y se torturaría si fuera escritor o poeta, y peor aún, que ve a Dios cada vez que viaja en metro.

El auto deportivo





La vida sigue y aunque esté alguna ambulancia presionándote con la sirena, la muerte también. ¡Este día sí que estuvo difícil para mí! Nunca había visto a nadie morir de esa forma. Se llamaba Paulina, la conocí arriba de una ambulancia, iba ella con su diadema blanca en el pelo y tenía sus pestañas quebraditas, quebraditas. Confieso que Paulina me gustó a la primera, le calculo tenía unos 25 años exagerando mi estimación, su cara de niña tierna me complacía al verla hablar y tomarnos fotografías para echarse a reír a bocajarro recargándose sobre la puerta trasera, decía: espera, espera que aquí saliste bizco; otra, otra que salió movida. Y yo le decía: Pues muévete con ella. Todos reíamos con la confianza que uno se tiene al conocer a alguien que pronto será parte de tu círculo social y de trabajo.

Éramos cuatro, íbamos sentados en un sillón largo que aún conservaba el azul primario de algunos años atrás, teníamos enfrente a nuestros pies la camilla y más enfrente los botecitos con diferentes etiquetas que mencionaban los accesorios de curación y demás soluciones para aliviar de emergencia. Yo fui el cuarto y el último en llegar, subí a la ambulancia por una puertita lateral y me presenté, porque cabe decir que, soy nuevo en esto de recibirme como paramédico. Aunque ya íbamos a la ceremonia que nos reconociera como tal, porque eso sí, a la Cruz Roja le debo mucho, muchas satisfacciones y experiencias también, así que por tanto iba afeitado e impecable, todo bien y en forma como tiendo a ser, cuando algún evento deseado por años no contiene mi merito y felicidad.

La sirena se hacía escuchar sobre la avenida Reforma. El comandante de la ambulancia para todo quiere hacerse notar, usa el protagonismo como su mejor arma y en este caso a su conveniencia.

Crucé comentarios sobre su preparación y trayectoria académica con los tres colegas paramédicos y juzgué un poco sus uniformes bien almidonados y sendas crucecitas rojas en los antebrazos. Mi saco me venía flojo pero yo estaba contento, viendo luego como el comandante Rodolfo maniobraba a toda velocidad por la avenida. Me encanta aquella sensación de ver como el sonido de una sirena puede abrir el mundo si se pudiera, pero no se abrió el mundo, cierto, sólo los autos se hacían a un lado para dejarnos pasar; lo que se abrió fue una puerta por la que salió despedida Paulina –ayyy–, rodando por la avenida y gritándole yo al comandante que se detuviera –pare, pare, pare–. La ambulancia se detuvo y el ruido de la sirena también. Desde escasos metros pude ver a Paulina cercenada; un carro deportivo del año y rojo, le pasó por encima, corrí a su lado, todo era sangre, calor y mareo que por poco me caigo con sus sesos. Su rostro era irreconocible, su traje azul y chaleco con bordada crucecita no le sirvió para nada ni siquiera se reconocía las caligrafías de la Cruz Roja en su pecho. Todo pasó tan rápido que ni mi preparación de años ni mis escasos sentimientos ni mis manos al menos sirvieron para darle los primeros auxilios y reanimarla, sacarla de aquel mal sueño, de aquella mutilación de pesadilla.

El comandante Rodolfo, se llevó las manos a la nuca, dijo, que he hecho, palideció a pesar de ser un hombre blanco su rostro tornó color papel arrugado y creí yo que iba a caer al suelo, pero afortunadamente dos de mis compañeros lo llevaron a la ambulancia.

Me quedé a lado del cuerpo, de los pedazos de cuerpo y sangre coagulándose con el calor y el aire denso; mirando al chofer que lloraba con ahínco sobre el cofre de su auto deportivo, de su compacto pero asesino auto deportivo. Mis compañeros no regresaron con las sábanas sin antes encender la sirena y activar la llamada de emergencia.

Todo era consternación, miedo y sorpresa. La fila de autos transitaba lento –no veas eso hijo, tápate los ojos, tápatelos ya–. Fluía el tráfico como suele fluir en un México en donde no pasa nada.

El vehículo rojo que atropelló a Paulina estaba como intacto, ¿qué tan intacta puede estar la consciencia de los objetos que asesinan, que matan? No sé ¡No lo sé! Pero el susodicho auto deportivo sólo sangre tenía en las ruedas, sangre que rápido pasaba inadvertida porque el sol estaba como a las doce de la tarde, jueves y en Reforma.
Las patrullas llegaron y con ellas todo el ruido que se pueda imaginar. Estridente malestar auditivo que infunden estos hombrecitos del supuesto orden mexicano. Los altavoces, los conos y las cintas con la leyenda: Prohibido el paso, se hicieron presentes. ¿Y para qué si ya es tarde? Fue la pregunta que todavía me hago, mirando el reloj en el monitor, mirando en el recuerdo de mi mente el cuerpo de Paulina.
Los tres semejantes que permanecimos en la ambulancia, explicamos la situación ante los hombrecitos del orden que tomaban nota y fotos por doquier, al tiempo que otro singular personaje nos daba hora para rendir declaración en el Ministerio Público de la delegación más lejana que pudiera saberse y yo desconocer.

El comandante de la ambulancia simplemente dio su nombre, como quien dice Rodolfo con toda la confianza y alegría del mundo. Tomó el volante y ahora con la consternación, miedo y arrepentimiento que no vi nunca en la cara de un conductor ni de película o cortometraje, nos llevó a la Ceremonia que nos diera la categoría de paramédico –plas, plas, plas–. Todavía me duelen los aplausos, en mis manos siento todavía la sangre de Paulina reclamándome algo que no logro entender, porque no agarré a golpes a ese chofer cobarde, que se dice comandante o dueño de auto deportivo. Pero el tiempo corre como una ambulancia abriendo paso, llevando consigo vida y muerte, también la vida sigue y a quién le importa si se acaba por los años o un accidente, a mí ya no. ¡Al diablo con esto! ¡Al diablo! La vida sigue y es labor de un paramédico seguirla hasta el final aunque sea su contradicción en años viendo morir gente.

Cuando era niño



Yo igual cuando era niño soñaba con ser grande e importante, ser presidente; soñaba con volar aviones y conocer el espacio. Pero ahora que soy un hombre veo que sólo fueron sueños disparatados. Algunos dicen que leyendo libros de superación personal puedes vivir haciendo tus sueños realidad, pero ahora sé que los sueños son sólo eso: sueños para sólo soñarse.

Afuera las cosas están cada vez más violentas y difíciles. A nadie le importa si estuvieras tendido en el asfalto, muriendo o implorando una moneda, sólo se jode el mundo, y el mundo somos nosotros.
Los niños vienen a competir y a arrancarse el pan, las ilusiones. Es una lástima que la lucha de clases siga siendo una utopía que sólo se imparte absurdamente en las universidades.

Yo estudié la universidad sólo para saber lo qué es pasar sobre otros y licenciarse. La verdad no soy ni más grande, cada vez que me conozco, me siento difícil de seguirme conociendo. Soy ignorante y a veces eso me hace infeliz, pero cuan dichoso soy cuando me alejo del mundo y no quiero soñar, sólo dormir con planes de despertar mañana y seguir viviendo el momento. Qué le voy hacer, no quiero frutar mis días en ver mi futuro estancado al infortunio de otros más sagaces y breves.

De tierra y cosecha soy



Me gusta ser quien soy, no soy grande ni chico. Tengo la cara limpia como caprichosamente sucia. Sí, vengo desde abajo, pero no me siento estar arriba. Aquí entre nos, creo tengo suerte. Sí, ya sé que algunos dicen: que la suerte no existe; yo creo que es relativa. Total, no me apena decir que tengo mis raíces con gente, con familia de tierra y cosecha, de ranchitos y abuelos de hacienda. Ahora no tengo nada, aprendí hace años habilidades que ahora están estancadas, añejas y archivadas. Dicen los papeles de mi universidad que he estudiado Comunicación y Periodismo, pero yo no sé relativamente para qué sirvo, sólo sé que tengo necesidades de comer, de querer, de ganar, de verme y tener éxito como salud. Pero a lo que voy es, a decir quién mondrigo soy yo, quién soy yo; si ese es el punto no creo aclararme todavía el arranque de mi existencia. Sólo sé que a estas alturas me encuentro entre feliz y contento, eso sí, estoy mejor que hace unos días. El porqué lo tengo en mi mesa; la esplendida comida de rancho que nos trajimos mamá y yo, de nuestro, bueno, de su terruño más que mi terruño. Total, ese soy yo, gente de abajo más que de arriba. No tengo mucho ni pienso en cuando tener, pero si a ojos vistos de los demás es bueno tener y desear, siempre desear, vamos a conseguirlo para seguirse a unos y a otros, conociendo.

Me enfilé al ejército,


...porque amo a mi señora patria que es México. ¡Madre grande y gloriosa!, he aquí un hijo tuyo dispuesto a servirte como tu fiel soldado. ¡Madre de treinta entidades, y más de cien millones de mexicanos!, he aquí hijo tuyo, soldado tuyo; dispuesto a entregar su vida en el campo de batalla, de entregar su inteligencia, sus brazos y su corazón para bien servirte, como oficial tuyo: activo, leal y honrado; dispuesto a luchar contra la miseria, la ignorancia, la injusticia; para verte, libre e independiente de algún tirano que quiera violentarte en nombre de otros blasones.
¡Patria mía!, amo tus mares, tus golfos, tus sublimes cordilleras, tus azules montañas y volcanes; tu gloria y tu belleza, desde: El Cabo, Baja California Sur; hasta la estrecha y calurosa, Mérida, Yucatán. Te amo por la memoria de mis padres y mis abuelos que han venerado a hombres ilustres y grandes hombre muertos; te amo porque existes, y yo contigo éxito. ¡Patria mía! Veme arrodillado en tu regazo con este nombre que entiende como Israel y estos veintitantos años, ya a una, ya a otra orden que tú me dictes o decretes…
Me enfilé al ejercito, porque aquí entre nos, soldados ilustres, he prometido morir de viejo en algún batallón o, ante las balas convulsas que quieran diezmar nuestra soberanía y nuestro regimiento. Por la sangre que se ha derramado, por la sangre de mis hermanos que corre por mis venas, porque en tierras aztecas están sepultados mis muertos que mi raza llora y venera. Porque México me ha visto nacer y, me ha dado: lengua, maestros, libros de texto, comida y sustento. Amo a México por su naturaleza tricolor, por su corazón, por su gente buena y sencilla; porque soy hombre que, siempre extraña sus lejanas tierras lindas y queridas: por sus azules montañas, por la ternura de sus nativos con corazón de indio, por sus obreros ensombrecidos, por la violencia con la que un extranjero, grita: ¡Viva México!... Por eso y más me he enlistado al ejército, y quiero defenderle de aquel que ose atravesar con balas ajenas mi bandera; y el amor a uña y carne de mi señora patria linda y querida.

Mexicano hasta la muerte




He conocido lugares y nada como mi México. Yo no soy tan entrón ni tan valentón pero tengo algo de macho. Tengo una carrera de periodista, sé hablar idiomas pero a mí me gusta más lo mexicano. Muy pronto me voy a ir para mi rancho, bueno, el rancho de mi señora madre; voy a levantar las tierras que mi raza ha dejado caer últimamente. A chingar la vida en la ciudad y todo lo que me ha enseñado, sus luces y sus mujeres. Me gusta tener familia y por eso me parto. Y, ¿por qué a estas alturas de mis veintitantos? Simplemente, porque dar clases en las universidades, ser abogado y político; no me convence. Yo sólo quiero ayudar a mi gente, y la gente de aquí ya no me concierne. Me voy a regar el grano, a alimentar el ganado y a raspar magueyes, pero no me pudro en esta ciudad de asfalto y humo, simplemente, porque no me merece. Qué, ¿por quién voy a votar? A mi juicio, México nunca tendrá buen presidente. ¿Qué si he perdido la fe?... pues, la mera verdad sí, sólo de ver como hacen las cosas güeritos vale madres, quiero estar con mi gente. Y decirles que los otros son la mierda que hay enfrente, y que no se les acerquen, porque allí sí no respondo, si se me sale lo valiente, mexicano hasta la muerte.

Treinta de este de mes


Cómo decir que a estas alturas de mi vida estoy congestionado de tanto conocer mujeres. No me vuelvo a enamorar: debería ser mi lema, porque el que da su brazo a torcer, por no decir su corazón, es para mí el que pierde. Me enoja que a estas alturas del partido, no haya hecho el amor más que el sexo. Todo se me da tan rápido, tan espontáneo. Ayer estuve con una chica; bonita, alta y flaquita: por así decirlo. El alcohol y el dinero hacen milagros. Pero ahora estoy tan triste, porque si pretendo buscarla, sé que me terminaré enamorando. No hay duda de que pretendo algún día hacer el amor, más que el sexo, pero, sé que si le doy tantas vueltas al asunto, terminaré por arruinarlo. Maldita costumbre, maldito desatino de ganarme el gusto por mujeres lindas y en prospecto que no me dejan concretar una relación amorosa de las que últimamente duran años y años.

Y a dónde voy a ir a parar con tanta monada, con mi gusto y con mi edad. Veo la belleza en cada par de ojos; en los labios delgaditos, rojos y coquetos que me arrullan con sus palabras superficiales. Y a dónde voy a parar con estas ganas, ganas de hacerlo entre ansias de llamarlo más sexo que fornique. Algo de mí me dice que ya deje esto, que tome mi vida en serio, que comience a madurar para que no dude de alguien enamorarme, pero hay de mí el vino, el vino. Y a dónde voy a parar con estas ganas de hablar de más y no callarme, porque un borracho sólo puede tener un vaso de vino en la mano y una chica en la otra, y siempre desear y desear.



**Tremendamente aburrido, aburrido a rabiar y terminando este año. Hay que empujar las palabras para decir año nuevo. Qué hay que pedir para volver a la carga, qué hay que anhelar para seguir viviendo. Tal vez me vaya a otro lugar, tal vez me quede. No sé si parar ahora o seguir escribiendo, pero si paro ahora seguiré aburrido. No tengo nada que contar para seguirnos viendo, como puedo decirles amigos, puedo decirles aburridos, porque tú eres mi estimado, el ávido lector de seguir leyendo; pero yo soy el escritor sin nada que contar, el tremendamente aburrido.

29 dic 2010

Horas después de la Taberna de Moo




Será muy tranquila, carnal, pero no es una mujer buena. Disculpa que a estas alturas te venga diciendo esto, pero creo debes saber a lo que te atienes si algún día se te sube la calentura, como a mí hace unos días. Pero no decirte de más, el jueves fui a ver a Elvira, la mera verdad iba en plan de amigo, en plan de charlar un rato con ella, pero sí, terminamos en la cama. Recuerdo que la encontré sentada frente a la computadora, mirando no sé qué, y tecleando para enviar un mensaje al que estaba del otro lado del monitor; estaba en el chat, entretenida. Pero en cuanto me vio se le iluminaron los ojos como una chinampina. Total, que nos ponemos a charlar hora tras hora. Sus hijos estaban allí; no nos provocaban mayor problema que, reírnos de algunas de sus ocurrencias dichas o hechas. Total, para no ir más lejos, cerramos el local; apagando las últimas computadoras, y finalmente colocando una demasía de candados en las rejas. Sus hijos estaban atrás de nosotros. Íbamos en su bocho floreado y rosa, para hacer la cuenta en el local que tiene en la calle de Marruecos. Pero a lo que vamos, es que luego fuimos a su casa. Dejamos a sus hijos para que durmieran, y nos justificamos para salir a tomar una cerveza. Has de recordar aquel bar, justo en la avenida Villa, dando la vuelta a la esquina de la Zapatería París. Total, el bar se llama: La Taberna de Moo, allí nos tomamos dos micheladas y emprendimos otra charla, para horas después acordar terminar en su cama, en su casa y haciendo el sexo más que el amor. Mira que yo te aconsejo no meterte con esa mujer, porque aclaro que lo que tiene de perversa y lujuriosa lo tiene de hongos en la vagina. Ahora estoy tomando pastillas, y untando pomada; lo hago del diario, y sinceramente no es un hábito que me agrade: debe ser con sumo cuidado y atención de tomar diario una tableta. Perdona que te diga estas cosas, yo sé que ella es tu muy amiga, pero yo soy tu carnal, y a pesar de que no me hablas muy bien, debo decirte que Elvira no es una blanca palomita, porque le vale saber que arruinó una vida, y piensa que proporciona valiosas experiencias a los jóvenes que no usan condón.


*Si la vez, no vayas a caer de nuevo en su sexo. Trata de dominar tus pasiones, tus arrebatos, tus violentos instintos cabales. Si te insinúa, pasándose la mano por el tirante de su sostén, no intentes tocarle las bubis, aléjate si es preciso, aléjate y lograrás más de lo que puedas en experiencia haber ganado con esa mujer. Trata de hablarle como amigo, recuerda que va a estar lista a salirse del molde y engullirte de un bocado, pero tú si alguna vez en tu vida has logrado sujetar tus pasiones y locos arrebatos, lo tendrás por bien servido para tus gustos y desapegos de llenar vacios obscuros en tu corazón.

Devora





Devora no cree en el amor porque es una prostituta. Yo me he enamorado de ella, y la voy a ver los domingos en la avenida. No tengo dinero a veces para quererla como a ella le gusta. Hoy no quiero pelear con ella ni con los hombres, por eso no quiero ir a verla.
La conocí en un table-dance de la Avenida Central. Ella fue la última que se sentó conmigo a tomar directamente de mi cubeta, porque cabe decir que la cerveza de una mujer nocturna es aparte, en tiempo y en forma, como en dinero también.
Devora es bonita, es blanca y de unos ojos color azul incomparable que, hasta me enoja que algunos hombres con un par de billetes puedan todo su cuerpo tocarle. Pero qué le voy hacer, porque aún yo soy joven y, las ilusiones no mantienen ni llevan a ninguna parte.
Hubo un día en que, Devora me dijo: te quiero, ese mismo día quise sacarla de trabajar y emprender rumbo con ella, pero palpé mis bolsillos y aún no creo que sea buena idea, porque apenas el milagro de estar con ella se me hizo realidad, y ahora no paro de soñarle, aunque me arda y dé comezón alrededor de mis genitales, yo la quiero y la bendigo es mi amor y mi estandarte.

Casadecitas



Ahora sí te cuento mi estimado que ayer en la noche me fui de putas. Has de recordar la casa de citas a la que te acompañé hace algunos ayeres, cuando apenas y yo descubría el cuerpo femenino, y tú ya recorrías los pormenores y las estrecheces de una vagina galante y nocturna a más no poder fornicar con tan sólo doscientos pesos. Aunque ayer evidentemente me llevé más de doscientos pesos. Tú has de creer que se me olvidó la pinche dirección, sabía que era doblando la esquina de un gimnasio llamado Zeus, pero no recordaba qué tanto debía caminar por la avenida ni la mendiga puerta que tras de sí albergaba aquellas piernas dispuestas a acogerme. Total, que ubico el gimnasio y recorro una cuantía de fachadas de casas bien como de gente bien. Para no hacértela más cansada te confieso me desesperé y caminé como bruto más adelante, pero total que encuentro la susodicha puerta que tantas veces confundí con otras tantas que daban la finta de ofrecer servicio, así pues, pregunté al mono de la puertita roja diciéndole: ¿Todavía hay servicio? Yo pensé, y muchas veces lo cavilé, muchas veces por decir, pensé que hasta me iban a pedir un billete o una credencial, qué sé yo, tal vez la propina como lo hacen en los table-dance. Total, que el muchacho con cara de primate no me puso peros y que me revisa, preguntándome por si traía celular. Para no hacértela más cansada que luego luego me abre la puerta donde estaban las putas. Mira que me sorprendí, más o menos los muebles que había antes estaban colocados en la misma situación, incluso la televisión seguía exhibiendo la misma cara. ¡Pero oh, vaya sorpresa! Las putas estaban regadas con toda la personalidad de fuera y tiradas al ocio que bien sabe y se ha ganado a pulso el televisor. Ya no es lo mismo. No era lo que pensaba encontrar. Has recordar que cuando te acompañé, las putas bajaron las escaleras, bien formaditas, lindas por decirlo con sus calzoncitos de colores hasta bonitos y fosforescentes, pues, nada que ver ayer en la noche. Apenas y eran cinco mujeres, no quiero subestimar la edad, porque como bien tú sabes hay mujeres de edad madura que se llevan por la calle en cuerpo y experiencia a las jovenzuelas que hasta gordas y descuidadas pueden salir. Total, que había que escoger porque el servicio estaba en la charola, y en mis ojos sólo se debatía entre una mujer de veintiséis; y otra señora pelo pintado de güero que creo mandaba la horda de fornicadoras, porque se daba el lujo de hablar por teléfono y meterse en el cruce de palabra a la hora de verme querer escoger mi servicio. Pero a lo que voy, si esa mujer no se hubiera metido, diciendo que hasta si quería podía ofrecerme un trío, yo la hubiera escogido a ella; mira que tenía buen cuerpo, un color de piel que ya quisieran las demás que me veían como si las quisiera escoger a ellas, ya todas rucas, panzonas y con los senos de fuera como copas viejas de una palmera a punto de irse a la deriva. La mujer pelo pintado dijo una barbaridad que ya no recuerdo bien, así que eché por la borda escoger el fornicar con ella. Has de decirme pendejo, sí lo sé, pero había a mí lado una chica alta y esbelta, y de cara y pestañas bonitas. Total, que le digo a ella que era mi elegida. No sé qué barullo indescifrable dijeron las demás, lo que vino después fue como un golpe certero en la nuca, porque al emprender la subida por las escaleras y darles la espalda, hubo una risa como de decirle a alguien, pobre pollito. No sé, pero pinches rucas ya hubieran querido que se lo sumergiera. Tú sabes mi estimado que yo no estoy para pinches feas, estaré delgadito, hasta flaco y como tú quieras, pero la neta este perfil griego hace voltear hasta a buenas viejas. Total, así que para buen propósito iba subiendo las escaleras detrás de la elegida, no recuerdo si llevaba tacones, la neta sí estaba yo tenso. Después, la chica me dijo que se llamaba Roxana, pero antes de eso que me mete a uno de los tres cuartuchos que después observé eran tan similares; tenía una cortina cubriendo la ventana, un estante que más eran tablas atornilladas a la pared, además lo imprescindible: un catre, que más bien lo sentí como una colchoneta a suficiente altura que pudiera tener una cama decente. Pero era una cama rara, dura y áspera como en pocas he tenido la oportunidad de sentarme. Total, que la cama ni unas cobijas o al menos una colcha tuvieron de mi conocimiento mención de serlo. La chica me dijo, son doscientos, luego estiró la mano. ¡Hay pinche de mi parte, y mi chamarra agujerada de una bolsa derecha! Vi a la chica y hasta me dio pena trastearme tanto la bolsa, como si fuera yo un donnadie con aspiraciones a mendigo. Al fin y después que la chica me dijo, no te preocupes son los nervios, accedí a abrir mi cartera. La neta traía puro billete de más o menos buena nominación, además mis tarjetas bancarias se asomaron a la vista. Le pagué un billetito de doscientos y la pinche lo recibió diciendo, cuando venga ya te quitaste toda la ropa, toda, toda. Yo como que se me salió una risa autodefensa, y le concluí interrogante: ¿Seguro? Total, que me quedo solo. Pinches nervios, hasta la calentura que llevaba cavilando día y noche se me bajó al observar la ventana que daba a la calle. No había tiempo que perder, y obviamente sólo había una salida, y mi dinero ya no era mi dinero. Así que me quito la chamarra, el reloj, las tachuelas que siempre acompañan mis pasos. Sinceramente no tuve el valor de encuerarme y esperar a la chava como pollito todo desprotegido y en posición de despegue. Así pues, mi pants y mi playera pegadita color amarillo estaban conmigo, y no fue por mucho tiempo, porque entró la pirujita con una charola con cremas y no sé cuánto menjurje. Me dijo, pero quítate la playera, y yo medio bromeando le solté algunas advertencias, ella no sé si inteligentemente me dijo: ¡Si quieres no lo intentamos!, yo pues que le digo que siguiéramos adelante… en seguida me saqué la playera. Lo que vino después fueron palabras y un masaje que la chica me propinó, recostándome en aquella cama si cama puede llamarse a eso duro y áspero que me hacía de superficie de “descanso”. Mientras la chica medio colocó sus rodillas alrededor de mi espalda, me iba masajeando y tratando de hacerme una pequeña entrevista. Yo igual le saqué su nombre, y algunos otros datos más. Ella me sacó igual: datos, sueños y aspiraciones. Creo que fue una chava amistosa. Después, dijo algo como que no habláramos más y entráramos en materia, porque sino ya no me iba a ver como un cliente. Yo sinceramente seguía tenso, y cómo no se me iba a arrugar mi pinga al decirme: colócate tras de mí y abrázame y tócame lo que quieras, mientras colocaba cremita en mis manos. Total, acaté aquella orden y todavía con pants me coloqué tras de ella y… ¡Válgame Dios! Comenzó la resurrección de mi carne, al ver aquel tatuaje en su coxis; era una ruedita como de flores. Bonito el tatuaje, tanto que en su cuerpo me excitó. Otro tanto eran lo que ya hacían mis manos al tomar sus senos y darle besitos en el cuello, al respirar el embrujo de su cabello y sentir su espalda lisa y linda, aunque su estómago no tanto. Terminó por pararse (me) y decirme; quítate el pants, y que me lo quito. Quedé en tanga, una tanga puteril, chiquita, chiquita, pero yo ya bien orgulloso de mi asunto; no tanto cuando me dijo, quítate el calzón, allí fue cuando el pudor me cayó hasta el habla, y total, que tuve que acatar la orden. ¡Santo Cielo! allí fue cuando la pinga medio se frunció y dio huelga a la derecha. Ella, me refiero a la chava, ni se inmutó, antes me había dicho que estaba delgado pero mi cuerpo tenía estética, así que mi asuntito debía tener también algo bueno a la vista; total, medio me lo levantó. Con tanta delicadeza y esmero me enfundó el condón y, me puso unas gotitas que más que sorprenderme, me calentaron la polla; la verga para que me entiendas y me agarres confianza con lo que te digo. Luego, procedió a ponerme una almohada azul y áspera en el pecho y a decirme: NO ME OBSERVES. Comenzó a mamármela. Sé que esa palabra de mamármela es de lo más vulgar, pero tú bien has de saber que rico se siente. Que dichoso el poseer una linda verga, a mí me gusta mi verga; creo ya te lo había dicho entre cuates. Total, y creo que cuando más te prohíben una cosa más empeño tienes en violar las reglas, así pues que en lapsus observaba como aquella cara linda chupaba y chupaba. Me encanta violar las reglas, al menos esa regla que luego supe era clave para ser violada y todo saliera a todas luces, por no decir de poca madre. Aunque no te miento que estaba tenso y ella lo supo, lo sabía, porque en su momento llegó a formularme la pregunta de con cuántas parejas había estado, obviamente en la cama. Yo le mencioné que había algo de dos “amigas”, y antes también tuve tanto trabajo que no me mantenía a madurar mis relaciones. Total, la cosa de la masajeada y la chupeteada duró muy poco, así que ella procedió a recostarse y yo a su disposición de que se la metiera; así pasó el cómo se las ingenio mi humanista compañero, al penetrar a aquella muchacha de cara bonita y pezones reventados en plena primavera. Entonces, allí estuvo lo curioso, comencé a bombear, mientras trataba de no fallar en mi erección y en mi ritmo, no sé qué me llevó a besarla, supuestamente sé que una mujer de esas no se deja pasar babas ajenas ni mucho menos dedear un poco el asunto. Pero, total, casi no caí en el manoseo de chichis ni cuevita y traté de comportarme como un buen amante en principios del mejor faje, y que la beso y que me besa, y la neta hasta pensé que me iba a decir, nada de besos. Pero la neta eso que hay en mí, a la hora de la hora no hay reservas. Sí sabía besar, yo la neta no me creí mejor, pero la lucha se le hacía. Aunque luego se presentó la voz que vino a dar al traste toda la fiesta y el fornique que apenas para mí comenzaba. Alguien desde abajo, por la escalera gritó: Roxana, yo inocentemente le dije en un susurro: “Creo debemos darnos prisa”, y ella constató que sí al abrazarme como una mujer abraza a su marido entrecomillas. No sé pero no podía venirme, era poco el tiempo y muchas las cosas que pensaba hacer. Ella, trataba de excitarme subiendo y abrazándome con sus piernas, luego volviéndolas a abrir, recargándolas como mariposa en la pared, pero yo con sus gemidos estudiados no me venía. No podía, sinceramente perdía el ritmo y no podía venirme en ella. Ella se preocupaba. No sé por qué no pueden dar más tiempo al cliente hasta que se venga. Supuestamente ella luego justificó que podía ser multada. Total, hice la lucha y no pude, luego le dije, mejor tú arriba de mí, y la chava bien buena onda se descalzó de mi miembro, dimos la vuelta y que me monta, allí sentí bien rico, el asunto ya estaba más que tibio pero ni ella ni yo podíamos hacer que me viniera. Entonces, en un momento de arranque y frustración comencé a bombearla con fuerza y brutalidad, la tomé de los hombros y le agarré senos y nalgas con furiosa ansia. Pero, total, no pude correrme ni aunque ella tanto gimiera. Decidí proponerle hacerlo yo por mi cuenta. Me desmontó y no sé con qué habilidad me desenfundó el condón e hizo con él lo que yo ni idea supe luego. Susurró algo de que tuviera confianza y comenzara a tocarme, así que tomé mi momento entre mis cabales y observándola limpiarse comencé a jalármela, escupí mi mano derecha y a darle a la Marcha de Zacatecas. Me levanté un rato y mientras ella buscaba sus trapos, comencé a agarrarle las chichis y a jalármela detrás ella, en veces le pegaba mi verga en sus nalgas. Recuerdo también habérmela jugado al frotársela limpiamente en sus ancas, bien gozoso yo y ella bien esmerada en recoger sus bragas. Y para no irme más lejos, me ofreció un lubricante, me recosté en la cama y viéndola enfundarse sus tetas me vine entre asombro, excitación y pena, porque bien la veía que aprobaba mis orgullosos disparos de leche como si su tarea hubiera tocado fondo y gozara de un buen fin. Y bueno, al fin y al cabo, me enderecé sobre mis codos, le dije, los hombres somos bien sucios, y ella me ofreció papel, dejándome sus últimas palabras al cerrar la puerta: “Me hubiera gustado quedarme más tiempo contigo, pero tengo que irme”. Enseguida, dejó la puerta medio abierta y yo en un estado de relajación y pena. Emparejé la puerta y comencé a limpiarme las manos, además que con desgracia veía como mi miembro bajaba hasta bandera. Total, procedí a cambiarme en un tiempo record, no fueran a llegar algunas rucas proponiéndome tratos y promociones o, servicios de masajista frustrada. Por tanto, que me cambio, no sin antes enfrentar la búsqueda de mis braguitas puteriles: que me enfundo pants, playera y calzado, además de mi legendaria chamarra de lo Titans; guardo cartera, monedas y anillo; y tiro papeles sucios al cesto; arreglo un poco la supuesta camucha; apago la luz y comienzo a descender la escaleras. Entonces, las putas platicaban, callaron y en tanto yo pasé frente a ellas donde les di las gracias, y echando una ojeada de pájaro a ELLA que platicaba con un hombre bragado casi a la salida de la puerta, me despedí con un gesto de reojo y comencé a seguir al chico que atendía la entrada. No me pidió propina, me abrió el pequeño zaguán rojo, y yo salí me imagino todo pálido y en verdad sudoroso y adolorido de la verga, dándole las merecidas gracias regresé sobre mis lánguidos pasos… Así salí ayer de la casa de citas, la casa de citas que no sé tú mi estimado has frecuentado últimamente, no sé ya lograste empalmarte con la tal Rocío de la que tanto me platicabas. Pero total, yo puedo hablarte de ELLA, de aquella chica que se llama Roxana, es divorciada y tiene dos hijos, además de que estudia para ser maestra, yo la apruebo, se ve es buena chica, porque hasta ahora no he tenido alguna molestia.

Garibaldi




Bueno, te voy a contar lo que hice, más bien, lo me pasó anoche. Aclaro, mi estimado que, yo nunca he tenido que ver con hombres en la cama ni fuera de ella. Ayer me fui a Garibaldi, y terminé dando zancadas fuera de una cama. Sé que, lo que les cuento es tanto comprometedor y veraz que en resumidas cuentas, tendré que sintetizarlo. Así pues, sucedió que me encontré a un joven mayor que yo, me invitó un par de cervezas grandes; así, así me tomé más de tres litros y concluí la cuenta en más de tres o cinco horas; escuchando la rocola y platicando con el hombre del que nunca dude sus gustos por las mujeres, ¡pero válgame sorpresa! Resulta que, se me hizo noche y traté de quedarme con mi amigo entrecomillas, para el otro día salir con rumbo a mi destino que también, es tu casa. Bueno, a sabiendas de continuar la parranda compramos un tequila y un refresco. Todo estaba bien hasta cuando el chavo, dijo, quítate los pantalones para que estés más cómodo; y me pasó la mano sobre mi asunto ya tieso y excitado al ver una reproducción porno en el televisor. Yo quien no estaba pedo, y como aclaré, nunca he tenido y sostengo ahora, nunca tendré ese gusto por las pingas, ni nada de lo que cogerme se refiere. Total, me puse a decirle que conmigo se equivocaba, que yo sólo le hablé por tener una amistad y, que aquí entre nos, yo no era de esos gustos. Total, discutimos puntos de vista sin sonrojo ni pena, pero nunca me mostré relajado; bajándome mis apretados pantalones, muestra de mi más preciado amigo protector, frente a un canijo que a bien y a modo quería coger. Total, seguimos tomando tequila, y yo en descuido tirando uno que otro tanto bajo la cama. En fin, fui al baño, regresé algunas copas en el excusado y medí las consecuencias de mis actos, ¡tenía que salir de allí! Regresé a la cama, y el declarado homosexual seguía allí. Me tomé dos que tres sorbos más. Y por fin, la oportunidad se abría a la vista. El chavo fue al baño…, y en eso que me pongo por obra de un milagro mi tenis, dejé los calcetines y apreté el paso hacia la puerta, temiendo que la encontrara cerrada. Pero no, volé sobre las escaleras y corrí pasillo como potrillo alocado en vísperas de rescatar su virginidad del detrás de mis gustos y costumbres. Las voces de quién sabe quién no se hicieron esperar, pero yo abría puertas y partía la avenida en mi escape, hasta terminar al resguardo de una jardinera, que a bien me ocultó de luces y ruidos de torretas, hasta que amaneció…, y veme aquí escribiendo.